miércoles, 29 de diciembre de 2010

Nuestro Río

En nuestra memoria colectiva esta siempre omnipresente,
como eje de unión,
como forma de vida,
de sentimiento y de muerte.
Estas emociones han sido escritas por alumnas del Centro de Adultos Ximena Jurrado de Villanueva de la Reina, Asociación de Mujeres Noulas, El Barquillero, Basilio el Arriero, Blas Alves Alcalde de Villanueva de la Reina... para que permanezcan en nuestra memoria historica.

Mariana Filo Morales Lorente
Villanueva de la Reina limita al Sur por el Cerro Santana, alfombrado por el verde olivar y al norte por la Vega y como protagonista indiscutible el río Guadalquivir.
Se ha hablado mucho de él por todos sus acontecimientos históricos. Yo recuerdo un río de gran caudal de agua limpia y transparente, de la que la gente del pueblo se beneficiaba para cubrir sus necesidades: lavar la ropa de toda la familia, para beber etc.lPara acceder allí íbamos con nuestros cantaros de barro por un sendero que años mas tarde el Ayuntamiento convirtió en lo que todos conocemos como las escalerillas.
Cuando llegaba el verano la gente se bañaba en la zona que los antiguos llamaban “ La Playa del Guadalquivir”.Junto a esta zona, en contraste con la anterior que estaba toda cubierta de piedras, esta que los villanoveros llaman “ El Carcajal”, que era el lugar preferido de los pescadores.
Desde tiempos muy remotos sabemos que cruzaban el río en barquillas, el último barquillero que yo recuerdo se llamaba Manuel, era el encargado de pasar la gente al otro lado llamado Las Viñas, allí también se celebraba el día de Los Santos, celebraciones familiares, despedidas de soltero etc.
Era un placer montar en la barquilla sólo por admirar el paisaje de inmensa naturaleza con sus diversos olores.
Pero todo lo beneficioso que era el río podía ser perjudicial, obre todo los años en que los inviernos eran largos y lluviosos, ya que el río aumentaba su caudal provocando inundaciones en el pueblo, en cultivos y carreteras. Hasta el punto que en 1963 tuvieron que evacuar a toda la población. Años mas tarde para protegernos de las crecidas se construyeron unos murallones.
Pasó el tiempo y el río se fue deteriorando por las construcciones y la mala utilización para la agricultura.
Como nuevas construcciones aparecieron el puente para la comunicación con otras localidades y una pasarela en medio del pueblo, junto al paseo que recorre una de las orillas. Esta pasarela es ahora la encargada de facilitar el paso de los agricultores a sus olivos y a los visitantes que contemplan desde aquí nuestro hermoso río.
                                                        


Manuela Fernandez
Cuando yo era pequeña, bajaba al río con mis hermanos que eran mayores que yo, y nos íbamos río arriba, mas arriba de la zona de los motores del agua, a bañarnos. Yo iba subida a sus espaldas y era emocionante poque se veía el agua clara y limpia. Con el paso del tiempo, fui creciendo y con once o doce años me iba a bañarme con Juana “La Colita” y sus dos hijas, allí nos tomábamos la merendica, y cuando no nos estábamos bañando, nos sentábamos al río en una sombra de los árboles y cantábamos canciones de niñas mientras mirábamos el agua clara. Si nos portábamos bien, a la semana siguiente íbamos otra vez.

Mi madre me contaba que se iba a lavar a la orilla del río con muchas vecinas y que secaban la ropa en la hierva y en las piedras. Durante el verano, mi madre y mi hermana se bañaban por la noche para que los hombres no las vieran, ya que se bañaban únicamente con las enaguas, y teniendo en cuenta que el agua era muy clara y las enaguas se les subían, se les veía todo.

Isabel Herrera
Mi madre nos decía que hasta que no se curaran las aguas no nos bañábamos, y ese día no llegaba hasta el 16 de Julio, el día de la Virgen del Carmen, y además teníamos que tener en cuenta que según nos decían nuestras madres, los baños que nos dábamos tenían que ser nones para que no nos pusiéramos enfermos.
Un día, mis amigas y yo íbamos cruzando el río de una orilla a la otra y nos dimos un buen susto, nos quedamos atrancadas en un barranco y nos llegó el agua muy alto, por suerte, unos hombres se metieron para ayudarnos a salir.
Estoy orgullosa de mi pueblo y de mi río Gudalquivir.

Teresa Ayllón Muñoz
El río Guadalquivir nace en la Sierra de Cazorla y desemboca en Sanlúcar de Barrameda, a su paso por Sevilla es navegable, pero asu paso por mi pueblo es de varios kilómetros y aunque es ancho, ahora es poco profundo.
Antiguamente tenía más caudal y estaba limpio, tanto que la gente bebía agua, lavaba la ropa, se bañaba, pescaba...En los veranos había mucho ambiente por ir a refrescarse la gente del pueblo.
Para cruzar el río se utilizaba una barquilla, después,con los años se construyó una pasarela para que los agricultores pudieran ir a sus tierras y a sus casilla, sus viñas,olivos, etc.

Hay muchos árboles a las dos orillas, como álamos o sauces. Los patos se ven por bandadas y también muchas tortugas.
En la actualidad, se ha construido una depuradora para que no vaya el agua contaminada y para aprovechar esa agua para poder regar los olivos y los huertos.
Con el tiempo hay un proyecto de limpieza. Ya hay mucha gente que se va andar por la parte del río y llegar hasta el otro puente que también lo tiene que hacer más ancho porque ya hay mucho tránsito.
Los paseos por esta parte del río son más saludables porque el aire es puro. Ya hace varios años que desde el cementerio y para ambientar el pueblo han hecho una muralla con un parque alrededor de una una orilla y un paseo con árboles y un anfiteatro para que en el verano actúen grupos así como en el recinto ferial que tiene una vista preciosa.
Isabel Polaina
Mi río era como un espejo, tan claras y cristalinas eran sus aguas que hacíamos un hoyo y las filtrábamos para beber. También se lavaba la ropa y las personas nos bañábamos, se decía que a los siete baño se abrían las ganas de comer.
Es el segundo río mas largo de España, nace en la Sierra de Cazorla y desemboca en San Lucar de Barrameda en la provincia de Cádiz.
En sus orillas hay mucha vida, esta lleno de árboles y flores y hay muchos patos y pajaros.
Mi río tiene muchas historias de alegrías, porque en sus aguas se bañaban los niños y mayores, habia gran algarabía y se daban muchas voces, también tiene historias de tristezas, porque muchos se han ahogado en él.
Carmen Troya
Me crié en el campo y me casé en Espeluy. Luí a vivir a Villanueva de la Reina, y allí he criado a seis hijos con mucha fatiga, trabajando en el campo. Nuestro río Guadalquivir ha sido nuestra playa. Nos bañábamos con las enaguas. Iba mucha gente y bajábamos a lavar con el cubo, la tablilla y el jabón casero, hecho por nosotras. Llegábamos al río, nos hincábamos de rodillas para poder lavar. Lo primero que se lavaba era la ropa blanca. Se enjabonaba bien y se tendían al sol en el suelo, para que el sol se comiera las manchas .Después lavábamos la ropa de color y la tendíamos en los pinchos para que se secara. Cuando tendíamos la de color cogíamos la blanca y la volvíamos a lavar. Cuando terminábamos, la echábamos al cubo y nos íbamos para el pueblo.
Volvíamos a bajar con un cántaro a por agua, para beber y guisar. El cántaro nos lo poníamos en la cadera y subíamos cargadas.
Cuando lavábamos cantábamos:
Barquerito de Lora cariño mío,
se me pasan las horas cruzando el río,
y te quiero te quiero para marido,
con tus sueños toreros no ves que muero torero mío.
Ana Lopez
Soy de Villanueva de la Reina, por donde pasa el río Guadalquivir, cuando era joven su agua era cristalina. Por las mañanas cogía el cántaro e iba por agua para hacer la comida,porque era muy buena para los garbanzos, habichuelas, etc. Entre el día cogía la tablilla y el cubo y me bajaba a lavar la ropa, mientras lo hacía veía los pececillos, era precioso.
En verano por las tardes íbamos al río a bañarnos y lo hacíamos con unos batisacos que nos llegaban hasta los pies, para que no se nos viese nada.
Cuando íbamos a trabajar a los Villares o a la Quintería, teníamos que atravesar el río con una barquilla. Por aquellas tiempos el río venía muy crecido, porque llovía mucho y había riadas que arrastraban mucha madera. A veces el agua llegaba hasta la copa de los árboles del cementerio.
Cuenta la leyenda que nuestra patrona, Santa Potenciana, vivía en una choza que estaba junto al río, en lugar llamado “El Batanejo”. Allí hacía sus labores tejiendo. Todavía quedan los restos de su ermita, donde todos los años se celebra su fiesta.
Cecilia Cobo
Cuando era pequeña vivía en unas cuevas y por debajo pasaba el río Guadalquivir.
En verano solíamos bajar a bañarnos, ya que eran las únicas duchas que teníamos.
Mi familia era muy grande, eramos siete hermanos, cuando yo tenía ocho años ya guardaba cabras y ovejas, !y tan cierto que es¡. Mis otros hermanos guardaban marranos. Mi madre criaba muchos animales, pero que pena que cuando yo tenía tan solo diez años se murió.
Pero yo era una una niña y tenía que seguir divirtiéndome. Todos los niños que vivíamos en las cuevas nos divertíamos jugando a la rueda, al escondite, o diciendo chascarrillos.
Al cumplir los dieciocho años me puse novia con la persona con la que me casé. 
Tuve tres hijas y vivimomoscuatro años en las cuevas.
 Estando embarazada de siete meses de mi hija la mayor, cruzábamos el río en una barquilla para ir a coger aceituna, pero como el río iba tan crecido se nos rompió el remo y tuvimos que ir nadando mas de un kilometro a la deriva. Menos mal que apareció mi primo y nos tiró una cuerda con una piedra atada y nos llevó hasta la orilla para poder salir.
Pero al poco de pasar esto, al nacer mi hija y cuando estaba aprendiendo a andar, sallió rodando por la terrera y casi llegó al río, ! A mí me iba a dar algo¡
Aunque en verdad, a pesar de todo lo ocurrido, éramos felices.

Herminia Marfil Ramírez, mil historias y sueños junto al río, yo no nací en este pueblo si no en Illora, Granada. Aquí vine con 16 años y lo primero que recuerdo es el río, ese frescor y esa olor tan característica que iba cambiando a lo largo del año, por Febrero las alpechineras vertían sus restos dándole ese  olor especial. En la época de las lluvias bajaba fiero y según su color así era la procedencia del agua, Cerro Cantero(rojo) o Campiña (beis).
El verano era la mejor época, llena de vida, eran nuestras vacaciones, la de los pobres, nos bañábamos con estas pintas y a nuestros hijos los atábamos a la orilla con un ramal para que no se despistaran. El río era un peligro para los más jóvenes a muchos se los llevó en forma de remolino, me acuerdo en especial de uno que jugaba con mi hijo y otros, fue una tragedia, todo el pueblo pateo sus orillas y cuando lo encontraron sin vida, hasta las piedras lloraban. A mi una vez me pico el bicho del cerdo y estuve con fiebres muy mala, el bicho estaba en la orilla donde abrevan los animales.
En el Vado de las carretas o como decimos aquí el vao, era un lugar idílico donde el agua no cubría, y era allí donde nos bañábamos.
Había nutrias, almejas, cangrejos etc. Un día abrieron una fabrica y al verter sus desperdicios el río se enveneno y aparecieron los peces muertos, y desde aquel momento entro el progreso con su cara de muerte, el maravilloso Guadalquivir no fue el mismo, y ahora se cabrea de vez en cuando y niega nuestros campos, ahora ya no bajan a bañarse, ni a cantar, ni a pasear, las mujeres de este pueblo, mi pueblo.
Manuela Mariscal Casado
Yo vivo en Villanueva desde que nací, a unos doscientos metros del río. Hasta finales de los años cincuenta, mas o menos, el río era extraordinario y muy necesario para la vida del pueblo.
Entre los muchos usos que de él se hacían, uno de los más importantes era el de lavar la ropa, puesto que Villanueva carecía de agua corriente y en todas las casas no había pozo.
Desde siempre vi a mi madre y a las vecinas ir a lavar al río casi todos los días, incluso en invierno.
Cuando yo volvía de la escuela y encontraba la puerta de mi casa cerrada, sin duda mi madre estaba lavando. Entonces me asomaba a la terrera, desde los murallones, reconocía a mi madre y la llamaba. Unas veces me pedía que bajara para que la ayudara y otras que me fuera para la casa y me decía que ella ya mismo subía.
Lavando se juntaban muchas mujeres, unas hablaban y otras cantaban. Era muy divertido y aún lo recuerdo con mucho cariño.
Mariana Cañizares
Una tarde soleada me salí a pasear para contemplar el paisaje con el río, era como soñar. Fui andando lentamente, me acerqué a La Pasarela y empecé a recordar los años de mi niñez, cuando en el recreo de la escuela nos íbamos a las terreras cerca del río a coger unas matas de taray para adornar la Cruz de Mayo, y todas íbamos muy contentas, a ver quien cogía más, y cuando llegábamos a casa no se lo decíamos a nuestra madre porque la bronca no iba a faltar.
Irando a otro lado hasta me pareció ver la barquilla que usábamos para atravesar el río. Entonces reviví cuando estaba enamorada, que nos íbamos al huerto a coger fruta, sin hacer en el descanso alguna cosita más, que yo le decía a mi novio: pero si te tienes que hartar... y con el paso del tiempo eso ha llegado ya.
Que sustos nos daba el río cuando no estaba amurallado. Recuerdo que la noche de la riada me acosté con las botas puestas, por si teníamos que salir corriendo cuesta arriba para Cazalilla. Otras muchachas que estaban mocitas y tenían hecho el ajuar se lo subieron a la cámara por lo que pudiera pasar.
Mi abuela cayó enferma y mi madre iba al río a lavarle los paquetes para que le sirvieran al día siguiente.
Las coplas que tiene mi pueblo al río yo las cantaba saltando a la comba, hace ya mas de medio siglo.
Al pasar la barca,
me dijo el barquero,
las niñas bonitas no pagan dinero...
Pedro Sanchez , hijo de Diego Sanchez, fueron barquilleros, no fueron los únicos. Me cuenta Pedro, que este oficio de barquillero viene de muy antiguo, de la época de la Barcaza a principios del siglo pasado, utilizada para pasar animales y personas. Se ubicaba en los restos del puente romano que es donde ahora esta construido el que tenemos
Pedro es como  cada mayor, es historia y memoria de nuestro pueblo, me dice que los barquilleros surgen cuando la barcaza se cierra para cubrir necesidades de trabajo, había mas de uno en el termino, en el pueblo dos, y fue Manuel uno de ellos que no pertenecía a la familia de Sanchez. En las cuevas estaba Marquitos que trabajaba para la familia Matas, era esta familia de ricos apoderados y la barquilla era utilizaba para que los trabajadores cruzaran desde las cuevas, otra había en el termino del Cortijuelo.
Me cuenta que en las riadas se utilizaba para trasladar a personas que estaban aisladas en las caserías y que muchas veces trabajaba de noche para evacuar al personal.
Pedro sigue contándome que conoce como la palma de la mano el río desde la presa de Mengibar hasta la de Pradollano, muchas veces he tenido que recorrer el río buscando desaparecidos, eso es lo más doloroso. También recuerda que las mujeres le daban los cantaros para que se los llenara en mitad del río en la creencia que agua estaba más limpia.
Muchas personas se acercaban con las bestias a por agua y para que estas bebieran, era muy frecuente ver en mitad del río estas escenas.
El oficio de barquillero cubrió las necesidades de una época que muchos ven como romántica y que en realidad fue dura, muy dura.
Agustina González
Deseaba la hora de la siesta. Ese camastro de rayas fascinaba mis cortos sueños de esas tardes de Agosto. Las baldosas geométricas y de colores granates y ocres formaban círculos que hipnotizaban mis pupilas.
La cortina del patio se mecía discretamente, respetando la intempestiva hora y mi pie sentía la necesidad de salirse del rectángulo de lana y acariciar la húmeda baldosa.
El silencio era sepulcral, solo se oía a lo lejos los ronquidos de mi padre, aderezado por las aspas metálicas del negro ventilador falto de grasa.
Mi trenza se iba deshaciendo a la vez que soñaba con la llegada de mi tío Eduardo que nos llevaba junto a mi hermano y primos a ese recodo donde el río con sus choperas se levantaba como un suntuoso Taj-Mahal, en el que la blancura de sus muros se tapizaba por el verde intenso del paisaje.
Suena el timbre y me levanto poniéndome el bañador de falditas, cuyas apretadas gomas se me clavaban dejándome como un gofre, cuadriculada. Cojo el albornoz de pantaloncitos cortos hecho por mi madre, con mi ropa interior dentro y nos subimos al Land-Rover.
Recorremos el camino empolvado, sembrado de gravas y jaras. El destino está próximo y mi cara se ilumina cuando me acerco a los meandros coronados por rosadas adelfas. Las cunetas escoltadas por esbeltos álamos y delicados plumeros se desmoronaban a nuestro paso como algodones de feria.
Las huertas con sus gallinas y pavos reales quedaban a un lado y detrás los ciruelos, manzanos y nísperos, despedían la polvorienta comitiva.
Mis primos y yo amortiguábamos los balanceos como podíamos, incluso nos abrazábamos, no porque tuviésemos frío o nos prodigásemos un afectuoso cariño, no, eran los baches de la carretera que amenizaban el camino.
El esperado recodo estaba cerca; por fin se divisaban las soberbias choperas y los viejos vencejos nos daban las buenas tardes. El río formaba una pequeña playa con ola incluida,y ya algunos bañistas mas avispados habían ocupado nuestro sitio preferido.
Detrás de una gran piedra, erosionada por los márgenes y riadas, mi hermano dejaba una bolsita de plástico con su ropita y la merienda, mientras yo me descalzaba mis bambas rojas, para atrapar mis pies con unas sandalias de plástico duro, lo mismo que si la leche condensada al baño maria hubiese caído como tela de araña y atrapara mis dedos para siempre. Lo cierto es que una vez puestas se agradecían, pues las chinitas y guijarros de todos los tamaños y colores se transformaban en dolorosas chinchetas.
Nos metíamos poquito a poco, atentos al fondo, temiendo que algún que otro hoyo nos diera un buen susto. ¡Que felicidad...!, sobre todo cuando mi primo Diego sacaba esa gran rueda negra, como donuts de chocolate, donde la intriga por sentarse en el momento adecuado era toda una proeza, ya que si te hinchabas la válvula puntiaguda la pasabas canuta.
Era de locura, la goma resbaladiza hacía que continuamente nos subiéramos y bajáramos dejando algún que otro cachete fuera del bañador. Nos reíamos de lo lindo...mientras Pedrito se lanzaba del torcido chopo dándose un panzazo de aúpa, ¡bomba va!, decía como un tarzán sin liana a la que agarrase. Incluso los patitos corrían a esconderse cuando veían su rechoncha figura encima del endeble trampolín.
La tarde calurosa, con destellos de plata iba pasando como una película de matiné.
Mi río me ofrecía vida, y como niña que entonces era, sólo me preocupaba de que el sol, cansado de tanto reír con nuestros juegos, durmiera entre los sauces llorones.
Feliz, peinando mi largo pelo, sonrío mirándome en su agua.

2 comentarios:

  1. COMO BIEN DICE ISABEL POLAINA TAMBIEN TIENE SU HISTORIA TRISTE YO PERDI MI MEJOR AMIGO UNA TARDE DE MEDIADOS DE JULIO DE 1964 YO TENIA DIEZ AÑOS Y EL ONCE TUVIERON QUE PASAR MUCHOS AÑOS PARA RECUPERARME DE AQUELLAS ESCENAS TERRIBLES EN LA ISLETA ENFRENTE DE LA CHAVETA LO RECORDARAN MIS AMIGOS Y TODOS LOS NACIDOS DEL 53 PARA ATRAS HOY ME SIGO ACORDANDO DE EL (DIEGO)

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  2. Qué grata iniciativa esta de recordar nuestra historia al lado del río.

    Os felicito a todos/as.

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